Se habían planificado los relevos en el núcleo del poder socialista con la fecha del 27 de noviembre marcada en rojo para abrir las urnas y en esto llegó el enésimo ataque de la brigada ligera de los especuladores, reforzado con el fuego de artillería de las agencias de calificación de riesgos, que ya no sacian su voraz apetito sangrando sólo a los países periféricos de la Unión Europea. También se atreven con los mismísimos Estados Unidos de Norteamérica.
Con Occidente al borde del ataque de pánico financiero, se ha impuesto aplazar hasta septiembre la decisión sobre la fecha electoral y ha vuelto a coger fuelle la tesis de que Rubalcaba necesita tiempo para distanciarse de su pasado inmediato como viga maestra del Gobierno y para poder labrarse una imagen de candidato renovador que devuelve al PSOE a sus esencias socialdemócratas, mientras que Zapatero termina de hacer “los deberes” ingratos.
Relatos y relatores
Tan necesitados están los socialistas de alguna alegría que el estreno del candidato fue acogido con alborozo. Pero han bastado unos pocos días para comprobar que la apertura de su discurso de proclamación, el sábado de la semana pasada, se ve frenada en su despliegue por un denso currículum que va a ser motivo de una exigencia permanente de explicaciones por parte del PP.
Ciclotímicos como son, andan ya los cuadros dirigentes del PSOE proclamando la buena nueva de que ahora tienen “relato” y “relator”, pero olvidan que cuando cae el telón de la función, o el público da la espalda, todo queda entre cajas. Y, ansiosos como están por huir de la bancarrota electoral que los persigue, hasta olvidan poner en valor lo que de bueno tuvo el tijeretazo de Zapatero: se anticipó a los de Portugal o Italia, sin dejarnos sin media paga de Navidad y preservando la sanidad gratuita.
Eso por ahora, porque la Unión Europea sigue naufragando y aún no han salido todos los actores a escena, donde se espera la aparición en cualquier momento de Bélgica como acompañante de Irlanda, Grecia y Portugal. Y también porque los pasos portugueses de Pedro Coelho pueden ser la huella que pise Mariano Rajoy. Su correligionario portugués forzó la caída del Gobierno socialista –que el presidente del PP ha intentado sin éxito– para luego aplicar la doctrina Friedman, según la cual una vez provocado el shock, el tratamiento de choque ha de aplicarse en los primeros meses, antes de que se supere el estado de conmoción.
Conmoción es lo que produce escuchar a quien, teniendo Rajoy su equipo de Gobierno tan oculto como su programa, ejerce de ministro de Economía en la sombra. Cristóbal Montoro sigue hablando de una “crisis nacional” cuando los depredadores del dinero se atreven a poner en jaque al decadente imperio yanqui, pero imperio aún, que se asoma al abismo de la quiebra después de haber engendrado la crisis financiera mundial, y cuando los expertos ya hablan de un riesgo de sobrecalentamiento en las economías emergentes, como Brasil y China. Y sobrecogimiento causa que la receta de Montoro para reactivar la economía sea volver a la desgravación fiscal por compra de vivienda, cuando el colapso del mercado inmobiliario tiene bloqueado el flujo del dinero enterrado en cemento por centenares de miles de ahorradores y ha provocado el drama de millones de españoles.
Resulta así inquietante el horizonte que se vislumbra con un Gobierno de Rajoy, sobre todo si resulta indiciaria la entrada cual caballo en cacharrería que ha hecho en Castilla-La Mancha su número dos, María Dolores de Cospedal. Pero alarma también la forma en que, con el PP instalado en los beneficios que le reporta aplicar la teoría del caos a las instituciones, los socialistas están contribuyendo al entierro del mejor legado de Zapatero, ya sea por acción o por omisión.
Las divisas de Zapatero
Aun siendo discutible, como toda síntesis, cabría establecer que si hay cuatro cosas de las que puede sentirse orgulloso el presidente del Gobierno esas han sido: llevar a ETA a un estado terminal, crear la ayuda a las personas dependientes, legislar el matrimonio entre personas del mismo sexo y desgubernamentalizar RTVE.
La puesta en marcha del cuarto pilar del Estado del bienestar con las ayudas a los dependientes se ha visto cortocircuitada por el recorte en el gasto público que ha traído la crisis, pero su desarrollo se ha limitado a la vertiente asistencial sin prestar la debida atención a su potencial como nicho de empleo y fuente de actividad económica. La ley sobre matrimonio entre personas del mismo sexo es, junto con la de Igualdad, el símbolo de la extensión de los derechos individuales que es seña de identidad del zapaterismo, pero su perdurabilidad está seriamente amenazada por el paso cansino de la llamada “mayoría progresista” en el Tribunal Constitucional. Y la desgubernamentalización de RTVE, máxima expresión de la divisa de “demócrata antes que líder” acuñada por Zapatero, se ve en entredicho por las maniobras para resolver la renuncia de Alberto Oliart con la designación “interina” de uno de los miembros del Consejo de Administración de RTVE, solución que implicaría la total desnaturalización de la ley que estableció la elección del presidente de la Corporación por mayoría cualificada del Parlamento y por mandatos que exceden el periodo de la legislatura.
Es así como, para escapar del laberinto donde amenaza el Minotauro de la derrota electoral, el PSOE corre el peligro de hacer con el legado de Zapatero lo que con el hilo de Ariadna hizo Teseo, quien desmadejó el ovillo para salir ileso después de haberse ofrecido para acudir al rescate de Atenas, como Rubalcaba con el PSOE.