[Editorial EL PAIS]
Menos de tres meses ha durado el consenso de los grupos parlamentarios para reformar Radiotelevisión Española. El texto aprobado a finales de junio por unanimidad en el Congreso de los Diputados acaba de saltar por los aires en el Senado. El PP ha impuesto su abrumadora mayoría absoluta en la Cámara baja para modificar el sistema para la elección del presidente de la corporación estatal.
A tenor del mecanismo aprobado, si el candidato no obtuviera en la primera votación el respaldo de dos tercios del Congreso, en una segunda ronda bastaría con el apoyo de tres quintos del hemiciclo. El sistema consensuado en junio preveía para esta segunda votación una doble condición: alcanzar la mayoría absoluta y contar con el beneplácito de al menos la mitad de los grupos parlamentarios. Ahora, con la nueva fórmula, los votos de PP y PSOE podrán ser suficientes para designar al máximo directivo de RTVE, un medio de comunicación que en los últimos años ha puesto de manifiesto su sumisión informativa hacia el PP, que avaló al actual presidente de la corporación, José Antonio Sánchez.
Preservar la independencia, garantizar el pluralismo, abonar la credibilidad de los noticieros y diseñar un modelo económico viable han sido los argumentos esgrimidos por los grupos para modificar el marco de RTVE. Pero difícilmente desaparecerán las dudas sobre la neutralidad de la radio y la televisión estatal si tanto el nombre del presidente como el de los 10 miembros del consejo de administración los deciden en solitario los dos principales partidos. Dar la espalda a las minorías de manera tan abrupta después de haber alcanzado un laborioso pacto no parece la mejor solución. La próxima semana el texto volverá al Congreso. Será la última oportunidad para conseguir que RTVE sea verdaderamente un medio que aglutine todas las sensibilidades.