[El País]
Artículo de ELVIRA LINDO.
Lo que realmente fastidia de todas las sorprendentes torpezas que se cometen en cuanto a la radio televisión pública se refiere es que la clase política (y sí, hablo en esto caso de la clase política porque el malentendido es transversal) no acaba de entender para qué sirven los medios cuando no son propiedad de nadie y lo son de todos. Para empezar, nadie parece tener un mínimo plan, una programación de la que podamos sentirnos orgullosos y a la que acudir cuando el resto de los medios, al servicio de intereses comerciales, no nos satisfagan en rigor y produzcan demasiado ruido. En realidad, no debería ser tan difícil. Bastaría con tener la sensibilidad de advertir que si bien en Estados Unidos la voz que emerge de la Casa Blanca es la de Trump hay una parte de sus ciudadanos que saben que las voces que surgen de la PBS y la NPR no se han visto contagiadas de la grosería y la sinrazón. Hay algo que para ellos permanece incorruptible, pleno de dignidad y sabiduría, al servicio de oyentes y telespectadores. Es una cuestión de resistencia al desatino: la certeza de que ya puede estar tu país sometido a los designios de un pirado autoritario que en los medios en los que tú contribuyes con convicción democrática vas a encontrar un cobijo seguro donde escuchar un discurso articulado, una información interesante y contrastada, reportajes de fondo y la presencia tanto de las élites culturales como del pueblo. Trump puede construir muros pero las voces de las madres separadas de sus hijos siempre van a estar ahí.