Me piden un artículo sobre la sentencia que declara improcedente el despido colectivo de 861 personas. Debería ser fácil pero no lo es. Se mezclan demasiadas sensaciones y juicios personales que invalidan el pulso objetivo que se supone propio de un texto periodístico. Pienso qué debo decir, dónde contener mi opinión personal, en qué medida reflejar con precisión, pero sin incurrir en excesos, la larga cadena de decisiones que han conducido a esta situación. Llego a una conclusión: no puedo. No soy objetivo. Formo parte de la noticia. No sólo soy un testigo accidentado de los hechos, me afectan y me siento parte de un colectivo de cientos de personas. Corrijo: no sólo son personas, son compañeros y amigos, e incluso, sin ligarme una relación estrecha con algunas de ellas, si me vincula con todas la solidaridad y la comprensión de saber qué sienten y sufren.