[El País]
ROSARIO G. GÓMEZ
Desde hace varias temporadas, una gran mayoría de los dirigentes socialistas y de otras formaciones de izquierda que acuden como invitados a los programas informativos de TVE lucen en la solapa un lazo naranja. La iniciativa, impulsada por los trabajadores de la corporación, nació como una expresión en favor de la televisión pública y, por extensión, como un toque de atención sobre la necesidad de defender una programación independiente y de calidad. Con el tiempo, se ha convertido en un gesto de protesta contra la actual etapa de gestión, encabezada por el periodista José Antonio Sánchez, designado presidente de RTVE en 2012 con el único respaldo de los diputados del PP.
Con 60 años recién cumplidos, la televisión pública reclama un hueco en la primera línea del debate político. La audiencia está bajo mínimos (TVE-1, el canal estrella, registra a menudo cuotas de pantalla por debajo del 10%), la parrilla se diferencia poco de la de los operadores privados, y los telediarios están permanentemente cuestionados por su inclinación a favor del Gobierno.
Las críticas no solo proceden de los partidos de la oposición. Los propios trabajadores advierten del declive de la cadena y del deterioro de uno de sus pilares fundamentales: los servicios informativos. A este clima contribuye la contratación de periodistas “afines al PP” para desempeñar los puestos clave. El malestar se ha redoblado esta semana como consecuencia de dos polémicos nombramientos: el de Elena Sánchez Pérez como directora adjunta de Los desayunos, y el de María José Sastre como editora del Telediario 1.