La radio local, en sus frecuencias digitales o analógicas habituales, me ayuda en todas partes a introducirme un poco en la sociedad que me rodea en cada momento. Un hábito que tengo muy adquirido.
Hace un año, hice un viaje en automóvil por el sur de Estados Unidos (norte de Florida, Alabama, Mississipi, Lousiana o Luisiana, como deseen). La mayoría de las emisoras musicales me parecieron mediocres. Algunas se salvaban más allá de Pensacola y más cerca de Natchez, en el Mississipi (Misisipi, Misisipí, como ustedes quieran); más adaptadas a mi gusto dylaniano, que creció también con Creedence Clearwater Revival, Cannedheat y John Lee Hooker.
Pero en lo que se refiere a la cultura y la información -sin haberlo buscado- rápidamente me encontré con NPR (National Public Radio), una red radiofónica pública (900 emisoras). Peculiar, con un sistema de financiación mixto (público y privado). NPR fue rápidamente la emisora que elegí para despertar cada mañana. A mi vuelta a Madrid, la añadí a otros medios audiovisuales públicos europeos, a los que -cuando puedo- presto alguna atención. Me ayudan a diversificar los puntos de vista y a distanciarme mentalmente de lo que es mi propio entorno personal, social y político, con frecuencia un ambiente mediático viciado y casi siempre al borde de la histeria. De modo que cada día me relajo buscando un popurrí de titulares de medios diversos, europeos, argelinos o indios. Y, esporádicamente, NPR ha permanecido en mi foco de atención a través de internet.
Ahora tengo otra muestra de buen juicio y del equilibrio sensato, por parte de NPR: no admitirán más comentarios en su web porque -en su opinión- no aportaban gran cosa. Ruido digital o mediático: “Nuestro éxito depende de nuestra capacidad para conectar con nuestros oyentes y lectores. Esa es la piedra angular de nuestra misión de servicio público”.
En el sitio de NPR, su director digital, Scott Montgomery, recuerda que empezaron a aceptar comentarios hace ocho años, cuando el desarrollo de la información digital era menor. “Tras muchos experimentos y discusiones, hemos sacado la conclusión de que las secciones de comentarios en las historias publicadas por NPR.org no transmiten experiencia útil para la inmensa mayoría de nuestros usuarios”. El 23 de agosto, los trolls (troles) recibirán la medicina que necesitan. Sus delirios dejarán de existir para NPR y para las decenas de millones de personas que siguen esa red de radio.
Según Montgomery, que evita toda crítica directa a los troles, apenas el 1% de los seguidores de NPR.org, entre los 25, (hasta) 35 millones de visitantes únicos diarios, hace comentarios. Quienes lo hacen regularmente son aún bastantes menos. En los últimos tres meses, apenas el 0,003% de los casi 80 millones de usuarios que hubo durante ese trimestre dejaron una mínima huella escrita. ¿Fueron representativos? ¿Fueron los mejores? En su mayoría, ¿fueron pertinentes?
NPR no lo constata. Afirma que seguirán atentos a lo que piense su audiencia, se harán eco de ella; pero por otras vías. Sus periodistas seguirán discutiendo con la audiencia en todas las redes y plataformas vinculadas a su trabajo informativo (Twitter, Snapchat, Instagram, Facebook, etc). Seguirán recibiendo llamadas de los oyentes, como de costumbre, a la manera tradicional. Y los miembros de la redacción seguirán utilizando todas las conexiones posibles para buscar fuentes propias, para investigar, buscar datos o contactar con los oyentes.
NPR seguirá haciendo estudios, encuestas, regularmente, para saber qué eco tiene su trabajo informativo en la sociedad estadounidense. “Para mejorar nuestra información y nuestros reportajes”, dicen. Volcarán su esfuerzo en iniciativas relacionadas con las plataformas de oyentes (o escuchantes, que dicen los domingos en RNE). No faltará a la cita una nueva generación que se ha acostumbrado a estudiar con la radio (aunque le llegue por internet, más que por medios analógicos).
Un departamento (“Audience Relations”) seguirá dedicándose a responder los mensajes que reciban. NPR, por supuesto, tiene un Ombudsman (defensor del oyente), que actúa como mediador independiente ante las quejas o sugerencias de la audiencia.
Desarrollarán una nueva plataforma para que la redacción y los periodistas compartan su trabajo o desarrollen nuevas ideas. “El diálogo continuará”, concluye Scott Montgomery.
Pero el martes 23 de agosto, la radio pública de Estados Unidos hará lo que otros medios hicieron antes: dar un golpe a la bazofia disfrazada de “libertad interactiva”, esos comentarios que pretenden imponer -con demasiada frecuencia- intoxicaciones, insultos, mentiras, discursos racistas... En todas partes. ¿Por qué zamparse esa basura sin rechistar?
Al silenciar los troles, el periodismo libre no pierde nada; la ciudadanía en general tampoco. He sintonizado el directo del momento en NPR para celebrarlo. Volví a encontrarme con un buen guión de radio, antes de que llegaran los troles del mundo entero y nos impusieran su imbecilidad y su desquicie.
“En la mitología escandinava, un monstruo maligno que habita en bosques o grutas”. Así define un trol (o troll) el diccionario de la RAE.
Seguiremos conversando, sí, pero los monstruos a sus cavernas. Para NPR, la conversación dejará de tener lugar en los términos de los malignos.