Son elegidos por una comisión de nombramientos, independiente, que decide y designa sobre la base de criterios de competencia, de profesionalidad, de mérito, de capacidad e idoneidad para el puesto, y no, desde luego, de equilibrios parlamentarios o afinidades, consensos, componendas o compromisos políticos.
Tal como yo lo veo, es esa CONTAMINACIÓN POLÍTICO-PARTIDISTA, que aquí lo invade todo, la que envilece el funcionamiento del Consejo de RTVE, igual que envilece la designación de los jueces, convertida en un mercadeo impresentable. Es imposible que pueda haber independencia real cuando se habla, no ya del “consejero propuesto por CCOO”, o por el PSOE, o por CiU, sino del “consejero del PSOE”, o del “consejero del PP”, o del “consejero de UGT”, o de que este partido tiene tantos consejeros y aquel, tantos otros.
Ahí está el problema. Y las reacciones, lógicamente escandalizadas, de muchos compañeros que exigen la dimisión de “sus” consejeros (“yo, COMO MIEMBRO DE CCOO, pido la dimisión del consejero Maravall”, o bien “yo soy miembro de CCOO, y ese consejero no ME representa”) dejan bien clara esa visión del asunto: se entiende que los consejeros son designados, no ya a propuesta de un partido o un sindicato, sino en REPRESENTACIÓN suya, es decir, el consejero es suyo. Y, en consecuencia, si no nos gusta lo que hace en el órgano de dirección de RTVE, le puedo exigir que se vaya y deje el puesto. Es una independencia muy relativa.
¿Podrían los militantes o la dirección de un partido político exigir la renuncia de un juez o el abandono del cargo para el que ha sido propuesto por ese mismo partido, por el hecho de que en un momento determinado no le gusten sus decisiones….o sus sentencias? Puede que sea una comparación cogida por los pelos, quizá un sofisma.
Pero, naturalmente, en caso de que esas decisiones resultaran especialmente escandalosas, está claro que sí que podrían, aunque nunca con el argumento de que “como militantes del Partido X, exigimos la retirada de ese juez, porque no nos representa”. Eso sí que sería escandaloso. Pues lo otro, también. Está claro que esa contaminación partidista lo enmierda todo.
Y así, alguien puede pensar que, en un sistema que de verdad se pareciese en algo a la BBC, lo grave no sería que un miembro de la dirección de la CRTVE, o su presidente, pudieran o pidieran tener acceso al sistema informático de la redacción (por ejemplo para ver una noticia antigua, o comprobar cómo se dio determinada información en un telediario de semanas o meses atrás o con qué abrió un informativo en una fecha específica, o, en fin, para otros objetivos legítimos que él considerase que pueden formar parte de su trabajo o resultarle útiles para un informe, una comparecencia, un estudio, etc.). Lo terrible es que, conociendo el paño, y debido a esa dependencia partidista que lo condiciona todo, damos por hecho que lo que quieren los consejeros, pretendiendo acceder al sistema, es enterarse de lo que va en el próximo telediario para hacer de comisario político o de chivato y correveidile del grupo que los ha designado y al que, inevitablemente, “representan”. Y como hay una larga historia detrás y razones más que sobradas para la suspicacia, pues es perfectamente razonable todo el follón que se ha armado, que además puede servir de vacuna saludable para los inciertos tiempos que se avecinan. Pero es bien difícil creer que la reacción de los partidos, las rectificaciones y las expresiones de apoyo a la independencia de la televisión pública, son sinceras: no se lo creen ni ellos. Y mientras la independencia de RTVE dependa de ellos, el problema seguirá ahí. Es lo que creo.
Como indica muy adecuadamente Rafael Díaz-Arias, los miembros del Trust de la BBC (el antiguo Consejo de Gobernadores, que sería el equivalente al Consejo de Administración de la CRTVE si esto fuera una cosa seria) pueden tener vinculaciones políticas o pertenecer a un partido, efectivamente, pero no son designados “a propuesta de”….un partido: el que sea, y mucho menos “en representación de…” un partido o un sindicato. Son elegidos por una comisión de nombramientos, independiente, que decide y designa sobre la base de criterios de competencia, de profesionalidad, de mérito, de capacidad e idoneidad para el puesto, y no, desde luego, de equilibrios parlamentarios o afinidades, consensos, componendas o compromisos políticos.
Tal como yo lo veo, es esa CONTAMINACIÓN POLÍTICO-PARTIDISTA, que aquí lo invade todo, la que envilece el funcionamiento del Consejo de RTVE, igual que envilece la designación de los jueces, convertida en un mercadeo impresentable. Es imposible que pueda haber independencia real cuando se habla, no ya del “consejero propuesto por CCOO”, o por el PSOE, o por CiU, sino del “consejero del PSOE”, o del “consejero del PP”, o del “consejero de UGT”, o de que este partido tiene tantos consejeros y aquel, tantos otros.
Ahí está el problema. Y las reacciones, lógicamente escandalizadas, de muchos compañeros que exigen la dimisión de “sus” consejeros (“yo, COMO MIEMBRO DE CCOO, pido la dimisión del consejero Maravall”, o bien “yo soy miembro de CCOO, y ese consejero no ME representa”) dejan bien clara esa visión del asunto: se entiende que los consejeros son designados, no ya a propuesta de un partido o un sindicato, sino en REPRESENTACIÓN suya, es decir, el consejero es suyo. Y, en consecuencia, si no nos gusta lo que hace en el órgano de dirección de RTVE, le puedo exigir que se vaya y deje el puesto. Es una independencia muy relativa.
¿Podrían los militantes o la dirección de un partido político exigir la renuncia de un juez o el abandono del cargo para el que ha sido propuesto por ese mismo partido, por el hecho de que en un momento determinado no le gusten sus decisiones….o sus sentencias?
Puede que sea una comparación cogida por los pelos, quizá un sofisma. Pero, naturalmente, en caso de que esas decisiones resultaran especialmente escandalosas, está claro que sí que podrían, aunque nunca con el argumento de que “como militantes del Partido X, exigimos la retirada de ese juez, porque no nos representa”. Eso sí que sería escandaloso. Pues lo otro, también. Está claro que esa contaminación partidista lo enmierda todo.
Y así, alguien puede pensar que, en un sistema que de verdad se pareciese en algo a la BBC, lo grave no sería que un miembro de la dirección de la CRTVE, o su presidente, pudieran o pidieran tener acceso al sistema informático de la redacción (por ejemplo para ver una noticia antigua, o comprobar cómo se dio determinada información en un telediario de semanas o meses atrás o con qué abrió un informativo en una fecha específica, o, en fin, para otros objetivos legítimos que él considerase que pueden formar parte de su trabajo o resultarle útiles para un informe, una comparecencia, un estudio, etc.). Lo terrible es que, conociendo el paño, y debido a esa dependencia partidista que lo condiciona todo, damos por hecho que lo
que quieren los consejeros, pretendiendo acceder al sistema, es enterarse de lo que va en el próximo telediario para hacer de comisario político o de chivato y correveidile del grupo que los ha designado y al que, inevitablemente, “representan”. Y como hay una larga historia detrás y razones más que sobradas para la suspicacia, pues es perfectamente razonable todo el follón que se ha armado, que además puede servir de vacuna saludable para los inciertos tiempos que se avecinan. Pero es bien difícil creer que la reacción de los partidos, las rectificaciones y las expresiones de apoyo a la independencia de la televisión pública, son sinceras: no se lo creen ni ellos. Y mientras la independencia de RTVE dependa de ellos, el problema seguirá ahí. Es lo que creo.