Imaginemos a un periodista de televisión maduro y experimentado. Este periodista trabaja en un canal de televisión de los actuales Estados Unidos. Se llama Will. Está harto de todo y de todos, incluso de sí mismo. Está harto de sus compañeros de profesión, de ver lo ufanos que se sienten de haberse conocido, vanidosos e infatuados por su protagonismo social, por creerse representantes de su sociedad. Will los ve como marionetas que simulan que todo va bien. Se harta de ellos, de ser como ellos. Se harta de disimular, de no mojarse. Siempre ha sido prudente, moderado, aséptico. Pero tiene criterio propio y decide empezar a seguirlo. Decide ser más fiel a lo que siente que a lo que le conviene. Decide pisar callos y hurgar en las llagas. Meter los dedos en la boca de los que mandan. Y decide hacerlo en su noticiario nocturno en un canal de televisión por cable.
Este personaje lo ha imaginado Aaron Sorkin, magistral autor de series de televisión. Y lo ha colocado como protagonista de The newsroom (La redacción), su última creación televisiva. Estrenada este verano en el canal HBO de Estados Unidos, con diez capítulos, la serie ha llegado a España aureolada por el interés y la controversia desatados entre admiradores y detractores del estilo Sorkin.
Aaron Sorkin, por resumir, es nuestro Miguel Ángel. Un pintor de grandes frescos. Si Miguel Ángel pintó uno sobre la creación del mundo en los techos de la Capilla Sixtina, Aaron Sorkin lo hizo -en la pantalla- sobre los intestinos del poder político en El ala Oeste de la Casa Blanca, como ahora hace sobre las tensiones y contradicciones del poder periodístico en The newsroom.
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