Héctor Maravall
[Bez]
Hoy nos encontramos con serios interrogantes sobre el futuro de las televisiones públicas y no solo en nuestro país. Hay tres razones fundamentales para ello: los intensos y permanentes cambios tecnológicos en el mundo audiovisual, el cuestionamiento de la función de un medio de comunicación público y su relación con las instituciones políticas y, por ultimo, la feroz competencia de los medios privados, cada vez más concentrados y con más recursos.
A todo ello podemos añadir las políticas de restricción de gasto público que están imperando en el marco de un enfoque estrictamente neoliberal en la lucha contra el déficit, que ha supuesto una reducción de personal y limites en la programación y en la financiación de inversiones de los medios de comunicación de carácter público.
Hay por tanto dos debates o grandes preguntas cruzadas sobre el futuro de las televisiones públicas: ¿es necesario contar con unos medios de comunicación públicos? Y, en caso afirmativo, ¿cual debe ser su dimensión y por tanto su financiación?
En mi opinión, una televisión pública es un servicio público que debe mantenerse en condiciones de calidad y suficiencia y , por tanto, añadiría que cualquier modelo de televisión pública no es defendible ni sostenible. Experiencias al respecto de modelos negativos tenemos bastantes en nuestro país. Y también tenemos experiencias –aunque lamentablemente cortas en el tiempo– de un modelo de televisión pública de calidad, independiente, profesional y razonablemente sostenible. Por ello, a la hora de defender la necesidad y la sostenibilidad de un modelo de televisión pública, me voy a basar en la experiencia que viví de manera directa, como miembro del Consejo de Administración de RTVE, entre principios del 2007 y finales del 2011.
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