Hay que destacar que las máquinas analógicas son bastante fiables, dado su carácter inercial. También las máquinas políticas que son los partidos políticos o las instituciones. El propio Estado es una máquina analógica, tal como la pensaba Hobbes en su Leviatán.
Uno de los principales problemas de los partidos políticos analógicos es precisamente su adaptación a la cultura digital. Han llegado tarde y les cuesta un horror. Sus propios líderes desconfían de la misma. Temen a las redes sociales viendo en ellas una fuente de insultos. Sólo ven el ruido; pero nada de información o relación con los ciudadanos. Intentan hacer ese camino hacia lo digital, a utilizar sus instrumentos y aparatos; pero lo hacen desde su cultura y lógica analógicas.
A veces, es hasta enternecedor observar como estos partidos políticos quieren llevar al lenguaje reactivo, de estímulo-respuesta, de las redes sociales digitales su discurso, su concepción del mundo e incluso sus programas de actuación. En ellas, no caben discursos. Es como querer meter una carroza con caballos en un automóvil del siglo XXI. La carroza y el automóvil quedan destrozados. Ocurre cuando quieren introducir en una forma, que se rige por el impacto, la explicación extensa y desarrollada en matices. Aunque lo intenten, no tienen justificación. Carecen de espacio y medios de comunicación para la justificación.
Sin embargo, hay formaciones políticas recientes, que incluso cuesta llamarlas partidos políticos aunque lo sean institucionalmente, que ya han nacido en el mundo y la lógica digital, del 0/1, del sí/no, del esto/aquello, de los otros/nosotros, de la casta/los iguales, de la caspa/guay, del pasado/futuro. Representaciones digitalizadas del mundo, sin término medio, ni explicaciones mediantes. La finalidad de su lenguaje es perlocutiva, es decir, cambiar la realidad con las palabras. De hecho, una de sus palabras, la casta, cambió la forma de ver lo que, hasta entonces, era denominado clase política, que, a su vez, suponía una modificación importante con respecto a los políticos o los representantes políticos. Su eficacia es indudable. Especialmente cuando reina la confusión.
Formaciones que pertenecen a la cultura digital. Muestran su maestría en el uso de las comunicaciones digitales, lideran las redes sociales digitales, se encumbran a los top de los trending. La búsqueda del efecto como horizonte práctico inmediato.
Nadan en el mundo digital como pez en el agua. Pero ¿qué pasa cuando se les reclama desde el mundo analógico? ¿Qué ocurre cuando tienen que ir a lo concreto, siempre lleno de matices, de dobles y triples caras, y, sobre todo, atravesado de múltiples intereses? Entonces, la respuesta en clave digital puede ser insuficiente para abordar y, sobre todo, tomar decisiones en el mundo analógico.
Puede ocurrir, dado el acelerado cambio en nuestras sociedades, que todos estemos en el mundo digital, que hayamos abandonado la lógica analógica, y que nos sobren las explicaciones, el desarrollo de representaciones del mundo más o menos coherentes, de programas de actuación y, en definitiva, de toda argumentación. Entonces, los partidos políticos digitales habrán ganado la partida, especialmente dada su habilidad en el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación y la torpeza en tal campo de los partidos políticos analógicos. Tal vez hayamos llegado a tal situación.
Puede, al contrario, que una buena parte de los ciudadanos todavía se encuentren en el logos expandido de la explicación, que requieran justificaciones, que deseen proyectos de actuación detallados y, a ser posible, con cierta coherencia, cosa que se les suele escapar también a los partidos analógicos cuando se encuentran en campaña electoral e incluso cuando llegan al Gobierno. Si la política y la ciudadanía se mueven todavía analógicamente, está por ver cómo los partidos digitales entran en este mundo que les es tan ajeno. Entre otras cosas porque ellos mismos lo han puesto a gran distancia. Queda por ver cómo aterrizan en lo concreto matizable de lo analógico, cómo dan explicaciones, cómo presentan programas, como justifican algunas de sus actuaciones, especialmente aquellas que se encuentran bajo la sombra de la sospecha.
Tras tan esquemática presentación, no es difícil situar a unos partidos políticos en la lógica analógica y, a otros, en la lógica digital. También se apunta el gran esfuerzo que tienen que hacer para pasar de una lógica a la otra; tanto para unos, como para los otros. Menos claro queda dónde está la sociedad. Aunque pronto lo veremos: ¿es una sociedad que se mueve por argumentaciones o por eslóganes?