¿De qué hablaremos después?
Tendremos la fase de Llorar a las victimas.
La lamentable forma en que ha adoptado la muerte con el COVID-19 nos ha dejado una profunda huella emocional. No hay duelo. Es una desaparición entre muros. Todos los rituales funerarios, los laicos y los religiosos, desaparecieron.
El tercer país con mayor esperanza de vida del mundo se la dejó escapar en los asilos de viejos, mal llamadas residencias de ancianos. Así se llamaron cuando aparecieron las privadas. Antes eran los asilos de las monjitas. La gran mayoría de personas mayores acaban allí aparcadas por la vida febril del sistema y así esa actividad económica tiene un floreciente y seguro negocio más. Otros mayores resistieron en su soledad hasta que las fuerzas se lo permitieron. Pero no miramos de frente el problema. En el pueblo, de chico, los viejos estaban sentados en las puertas de su casa, que era la de los hijos. ¿Se pueden comparar ambas situaciones y encontrar la explicación de porqué llegamos a estas residencias, aparcamientos de vía muerta?
La sanidad publica se dejó morir poco a poco, en el tono del austericidio y en beneficio del negocio privado. Así hoy nada había previsto.
En otro tiempo eran las guerras las que reventaban las crisis, La muerte con su guadaña dejaba nuevos equilibrios y nuevas expectativas de negocio. Así ha sido siempre. Hoy ha sido un virus.
Veremos la fase de los Homenajes a los héroes.
Entre los muertos que se nos acumulan están todos los que dieron su vida, especialmente sanitarios, empleados públicos que atendieron a los enfermos y otros que ayudaron en ello. El día de después, tendremos que llorarlos también y entonces. Llegarán los homenajes y las medallas...¿aparecerán las victimas de unos y otros? ¿de un color u otro? ¿aparecerán esos en las campañas electores bajo siglas? Y habrá que reconocerles su valor y entrega, pero ellos siempre lo hacen por los seres humanos.
El debate se hará cansino y el ruido tan grande que apagará las razones.
Cada vez será mayor, sin ningún escrúpulo ya, la ultraderecha comenzó con el ruido mediático y en las redes especialmente. El bulo-virus no dejará de trabajar escondiendo sus objetivos primarios. Dentro de unos años sabremos quienes desataron la pandemia del bulo, porque aunque es difícil seguirlo el virus informático deja su huella lo mismo que el COVID-19. Tendremos la obligación de no dejar impune esa actuación. Si el árbol estuviera solo, como ahora lo vemos, sería fácil de identificar, pero lo mejor es esconderlo en el bosque. Para eso hay que montar un buen decorado. De este modo las emociones que piden justicia se apagarán en la impotencia de no encontrar el responsable.
Mientras, Las conclusiones comenzaran a desdibujarse.
Las conclusiones que se refieren a los porqués, esas que científicos y sanitarios deben explicar y que desde hace tiempo conocen pasarán a segundo plano. Ya no ocuparán portada ni titulares.
Porque los medios ya no alcanzarán las audiencias que hoy tienen en plena crisis sanitaria. Y habrá que buscar nuevas fuentes y noticias para asegurar esa publicidad que todos los días da de comer al sector privado. Las TVs son una gran caldera que todo lo consume para no bajar de la temperatura crítica, y cada día hay que echarle mas y mas combustible, un día y otro, sin parar. Los científicos, los sanitarios estarán un tiempo, después serán noticias viejas. No venderán. Los conozco como si los hubiera parido. Permitirme que lo diga desde el otro sexo.
¿Simplificación? No, claridad.
Nosotros los periodistas, los que manejamos los medios un día y otro somos responsables de todo esto. Estamos en el vértice de la comunicación y sin nosotros no es posible el engaño.
¿Que podemos aportar para ayudar a nuestros compatriotas hoy y en el día de después? Es una pregunta que hay que responder desde nuestros adentros. Sabemos mucho, mucho de la verdad y de la mentira aun más.
La honestidad con la verdad y luchar contra la mentira es la esencia de nuestro trabajo. En nosotros depositan su confianza los ciudadanos. Además debemos buscar y encontrar las razones y los “porqués”, más allá de contar lo que cada día sucede.
El negocio mediático no necesita los “porqués”, necesita solo las grandes audiencias. Hay que reflexionar cada uno y todos juntos.
Luego hacer un plan para que, como todos queremos, esto no vuelva a suceder.
Los medios no han superado la prueba de esta gran amenaza. Los trabajadores de los medios dan y darán todo lo que se les pida en esta situación. Pero ellos no decidirán los contenidos, ni los “por qués” que poco a poco se abandonan. Nuestro plan es ser infatigables para llegar a la verdad que nos trajo aquí.
El nuevo mundo que se dibuja acelerará las nuevas obligaciones, las nuevas formas de trabajar que ya nos afectan y con las nuevas formas de trabajar, si quien las determina es el negocio mediático y la dependencia de las audiencias y publicidad, ese periodista que defiende la verdad y lucha contra la mentira, puede desaparecer definitivamente.
De esta crisis es más necesario que nunca fortalecer los medios públicos con la responsabilidad de ser los garantes de esa tarea.
Pero la otra opción es “que nada cambie”, aunque nos vistamos con otra moda. Y aquí si que hay que saberlo, hay amenazas que el sistema económico no controla y que la naturaleza si domina, en esa perpetua elección del caos dentro del universo.
Seria un grave error no avanzar y no concluir la desmoralización de los medios públicos. El día de después el Parlamento debería reanudar sus compromisos para la elección de los órganos de dirección de RTVE. Lo que hemos visto y oído en esta pandemia nos indica que es indispensable.